artesania y el valor de lo auténtico

 

Este verano pasado estuvimos en México, como os había empezado a contar aquí. Era mi segunda vez, la primera había sido hace 25 años, y una cosa que tenía clara era que quería volver a Oaxaca, por su tradición, sus pueblos y sus textiles maravillosos. Me apetecía ir acompañada de Nico a que conociera una forma de entender los tejidos espectacular. 

Cuando llegué empecé a ver mucha mercancía por el suelo, metida en bolsas de plástico. Me llamó la atención. Haciendo mi búsqueda de piezas especiales hablaba con los artesanos que me contaron que China había llegado. Llegan, buscan los modelos, los llevan a China donde los replican a máquina en pésima calidad  y los devuelven en contenedores. Así que están a precio de risa y tirados por el suelo. 

Os tengo que decir que se me rompió el corazón. Toda una identidad de un pueblo, con simbología ancestral, que refleja costumbres y formas de comunicar sus tradiciones. Todo eso tirado por los suelos. 

Esta competencia desleal afecta a los artesanos a los que ahora sus precios parecen caros, en comparación con las baratijas, y afecta al  nombre de Oaxaca. Si te vas a casa con algo de muy mala calidad pensando que es lo que hacen allí… Pero no, lo que allí hacen es artesanía, textiles hechos a mano, de manera única, donde cada artesano y artesana se deja sus ojos y un poquito de su corazón en cada pieza, que les puede llevar semanas e incluso meses acabar las joyas que tienen entre manos… Y esto tiene su precio. Precio que han tenido que incrementar si quieren sobrevivir a esta vorágine. Pero su trabajo lo vale.

Esto, por supuesto no solo está pasando en México, está pasando en todas partes, pero hoy quería contar cómo yo lo viví allí este verano. Cuando viajo intento encontrar piezas únicas, piezas hechas con amor por artesanos locales. Prefiero llevarme una cosa así que cacharritos varios. Os voy a enseñar dos de las tres piezas que compré en Oaxaca, que son preciosas. Y con esto, solo una pequeña reflexión, no solo cuando viajamos, pero cuando lo hacemos, fijarnos si lo que estamos comprando viene de China, robando la identidad y el trabajo de los pueblos autóctonos.

Las grandes marcas y diseñadores no se libran y copian diseños indígenas sin que estos pueblos pudieran hacer nada.  Hace poco la diseñadora Isabel Marant fue acusada de plagio por copiar diseños de la zona de Santa María Tlahuitoltepec, que es precisamente la blusa que yo me compré allí con todo mi amor y que es la azul de la foto. 

Los bordados (estrellas en el frente de la blusa y en los puños de las mangas) están en correspondencia con el modo y la forma en la que viven, en relación con la madre tierra. Ellos defienden su derecho a vender sus blusas y huipiles y a recibir beneficios por ello, sin ser imitados o copiados robándoles la identidad y llevándose las ganancias otras personas. Esto no tiene mucho que debatir.

La segunda blusa, la roja, es la blusa que ellos llaman de Chenteña. Es especialmente para mujeres que utilizan en ocasiones especiales. El bordado es de tipo punto de cruz con diferentes colores. Es una blusa de la zona de San Vicente de Coatlán.

Tengo una tercera que está guardada, que me gustó porque está hecha en telar de cintura, un telar muy característico donde los hombres y mujeres se cuelgan de la cintura para ir tejiendo el algodón o lino. Es una forma muy peculiar y trabajosa y salen piezas preciosas.

Una reflexión sobre cómo afecta lo que compramos y de donde viene, no solo cuando viajamos, está claro, pero poner el foco en estos pueblos indígenas a los que está machacando. Fijarnos en el precio, si es muy barato podemos sospechar, ver la calidad de los tejidos, y muchos factores que en seguida nos darán la pista de lo que estamos comprando y si el dinero queda en manos de las personas que podrán seguir conservando su rico patrimonio. 

Un abrazo y ¡feliz martes!